Mucho se habla de la propuesta formulada por la Cámara de Representantes de Estados Unidos para "criminalizar" la inmigración indocumentada (11 millones, 7 podrían ser mexicanos), perseguir a quien les dé trabajo y construir un "muro inteligente" a lo largo de la frontera de México con el norte.

Sin importar el destino de la idea de James Sensenbrenner (republicano), nos obliga poner sobre la mesa las diferencias y contradicciones de los intereses entre México y Estados Unidos.

Desde 1927 el presidente de México y el embajador norteamericano llegaron a un acuerdo informal pero importante, lo llamaron; "Acuerdo Calles / Morrow" el discurso oficial en los dos países sobre su mutua relación ha sido de "buena vecindad", dejado en segundo plano lo decisivo, "la disparidad de poder y el conflicto histórico de intereses".

No confundamos el discurso con la realidad, urge un análisis riguroso que examine a fondo la autentica naturaleza de los nexos entre el norte y el sur de la frontera, y se diseñe una política para administrar una relación que ninguna de las partes pueda evitar.

Es urgente, no por el asesinato del mexicano el pasado 30 de diciembre del año anterior a manos de la Patrulla Fronteriza.
Asunto abordado hasta hoy con "timidez mexicana, y franco desinterés norteamericano".

El mandar notas diplomáticas y dar discursos a los medios, nada resuelve, el problema es que el muro ahí a estado siempre, y ya es hora de tirarlo.