Nací en la Ciudad de México, aquí vivo, aquí esta mi familia y mis amigos, aquí me hice reportero, ésta ciudad a la que amo, hace 20 años la marcó un sismo de 8.1 en la escala de Richter en punto de las 7:19 horas del 19 de septiembre de 1985.

Ese día mi oficio me dio hasta un premio de periodismo, el único que tengo, el que no recibí con gusto, y del cual hablo muy poco.

Hace 20 años, desperté muy temprano, la noche anterior habíamos festejado el aniversario 55 de la XEW, donde trabajaba al frente de los noticieros de Televisa Radio, me había quedado para desayunar con el director de las estaciones, Jaime Almeida, la cita era a las 8 de la mañana en nuestra oficina en Arcos de Belén y Vertiz, colonia de los Doctores.

Despertando prendí la radio y la televisión, hablé con mis compañeros para saber si había novedades, no había nada extraordinario, para el noticiero de las 7, lo normal, quien nos iba a decir que minutos después seriamos noticia nosotros mismos.

Ya para salir vi que Lourdes Guerrero y María Victoria Llamas, junto con Juan Dosal transformaban sus rostros tratando de calmar al auditorio de canal 2, diciendo que temblaba en la ciudad, hasta ahí pudieron hacer su trabajo, la señal salió del aire. Lo cual no me alarmó, y menos cuando llamé a mis compañeros de radio y me dijeron que todo estaba bien.

Salí y conforme avanzaba detectaba que las cosas no pintaban bien, me acercaba al centro de la ciudad y el panorama no era halagüeño. Calles de las colonias Roma y Doctores estaban golpeadas. Vi que la Secretaria del Trabajo ya no estaba en su sitio, solo había piedras apiladas. Llegué a la esquina siguiente, y ya no estaba el edificio de catorce pisos y dos sótanos donde eran mis oficinas, yo sabía quien a esa hora estaba ahí, el dolor inicio.

Almeida y yo caminamos hasta las instalaciones de Televisa en la avenida Chapultepec, ya no había nada, el edificio de noticieros, la antena de canal 2, la fachada del teatro estudio Paco Malgesto, nada estaba en su lugar, todo eran piedras, polvo, desolación.

Ahí estaba, Emilio Azcarraga Milmo con el rostro y los ojos más tistres que le vi en años de trabajar con él. Almeida le preguntó que podíamos hacer, nos dijo "hay que ayudar a todos", a mí me dijo, "ve a poner orden en la W". Los tres sabíamos que dentro de esas ruinas había muchos muertos y eran nuestra familia de trabajo.

Fuí a la XEW, en Ayuntamiento 52, al llegar encontré fuera de la cabina a quien históricamente había tenido el horario de las seis de la mañana, Héctor Martínez Serrano, el cual me dijo que Lourdes y María Victoria lo habían "lanzado" de la cabina para informar ellas, no sabíamos que informaban, ya que se concretaban a repetir insistentemente su amarga experiencia de minutos antes cuando el estudio donde realizaban "Hoy Mismo" con Guillermo Ochoa (ausente), se había venido sobre sus cabezas, tuvieron que salir a gatas de entre las ruinas, estaban histéricas ambas, no era para menos.

Hablé con ellas, las tranquilicé, reincorporé a Héctor a sus funciones, acompañándole en el micrófono, y coordiné lo que sería a partir de ese momento la transmisión de radio más importante e histórica de la radio mexicana.

Jacobo Zabludovsky ya hablaba (cuando lo dejaban ellas) desde su Mercedes Benz negro, blindado, modelo 82 que le había regalado el señor Azcarraga, y que contaba con un teléfono blanco a bordo.

A partir de ese momento nuestra intervención "al aire" fue la necesaria para ser "el ancla" de Jacobo, no olvidemos que hace 20 años no había teléfonos celulares, y los de los automóviles eran escasos, y para un selecto grupo, por lo cual la calidad de transmisión no era buena, y tendía a cortarse frecuentemente.

Televisa no tenía señal de televisión, éramos el único medio con un reportero en la calle, en el lugar mismo de la tragedia, un reportero suelto por ciudad caída. Imevision (hoy Tv Azteca) era una televisora de estado, que no pública, mostraba sus carencias informativas, pero ofreció sus instalaciones, no se aceptaron.

Mientras Jacobo informaba, iban llegando los reporteros de radio y tele sin saber que hacer, con la enorme ayuda de Amador Narcia logramos darle coherencia a lo que cada uno llegaba a contarnos, de lo visto en su camino hasta ahí, cada crónica era más dramática.

Así fuimos testigos y colaboradores de las horas que Jacobo narró – lo cito textual - "estoy ante la tragedia más grande que haya vivido la ciudad donde nací". Escuchar su voz quebrada, su emoción y tristeza, sus instrucciones, todo es imborrable, lo más doloroso fue cuando corto la llamada al llegar hasta el edificio de noticieros que ya no existía en la calle de Niños Héroes, donde tenía su oficina y pasó más horas que en su propia casa.

Lo que sucedió cuando él volvió a la televisión horas después desde Televisa San Angel, es otra historia, para muchos conocida, y para los que no, desde el domingo, y hoy sé ha destacado en forma harto abundante.

Para mis compañeros de trabajo y para mí, fue una labor de días ante el micrófono de XEW, donde fuimos informadores y buscadores de nuestros conciudadanos.

Los dolores, las carencias, la ausencia de alimento por varios días no fue importante, la actitud tibia y cobarde del Presidente Miguel de la Madrid, el retiro de nuestro ejercito por algunas horas, fue desconcertante, la explosión de solidaridad de los capitalinos fue mágica, todo fluía, nosotros solo informábamos, que para eso estabamos ahí, para que más.

Al pasar las horas sabíamos y desconocíamos mas, estabamos siendo la voz de los que con sus ojos veían, fuimos la voz del desesperado, el freno a la especulación informativa, la compañía de muchos, para eso es la radio y mas ese día.

El 19 de septiembre de 1985 marcó a los capitalinos, la radio capitalina desde entonces es otra, a los que vivieron esto junto a nosotros mi agradecimiento, a mis amigos y compañeros de Televisa que murieron mi recuerdo eterno, a todos aquellos que ayudaron en las calles mi reconocimiento, a mis compañeros de oficio que en sus respectivos medios dieron cuenta cabal de lo sucedido mi cariño como habitante de la ciudad, a Jacobo Zabludovsky mi admiración y agradecimiento por su enseñanza hasta hoy, a los que perdieron familiares y amigos mi pésame diario, no sólo cada 19 de septiembre.

Hoy no hay imágenes en esta nota, ¿para qué? si en todos lados se ven, y deseo que nunca mas, a mi ciudad, le vuelva a pasar algo igual.