En vísperas de que se cumplan cuatro años de los atentados del 11 de septiembre de 2001 contra Estados Unidos, resulta inevitable comparar la extraordinaria unidad nacional mostrada tras esos ataques con las críticas actuales hacia el Gobierno de George W. Bush por su falta de previsión y reacción al paso del huracán Katrina.
Ahora las acusaciones han reemplazado a aquellas imágenes de congresistas de todo el espectro político unidos en las escaleras del Capitolio para cantar la patriótica "God bless America" de Irving Berlin tras los atentados contra Nueva York y Washington que dejaron casi 3.000 muertos.
No obstante, ambas tragedias comparten una similitud, los daños humanos y económicos, pero son las diferencias entre ambas las que explican por qué una mayoría de ciudadanos y de congresistas ha criticado rápidamente la respuesta de la Administración Bush al Katrina y la evacuación de Nueva Orleans, consideran los expertos consultados.
El director de comunicación del centro de investigaciones Pew, Andrew Kohut, indicó que el sentimiento de unidad posterior al 11-S se debió en gran parte a que los estadounidenses se sintieron atacados por un enemigo externo. "La mayor diferencia aquí es que no tenemos un enemigo contra el que enfocar nuestra rabia".
Daniel Laufer,
profesor de marketing en la Universidad de Cincinnati e investigador de la respuesta ciudadana a las crisis, afirma que el deseo de señalar a un culpable es natural, pero advierte que es más difícil escoger a un chivo expiatorio en una catástrofe natural que en un atentado como el 11-S, del que se sabe que su cerebro fue el líder de la red terrorista Al Qaeda, Usama bin Laden.
"Esa es una cara (la del terrorista saudí) a la que puedes señalar",
observa Laufer, mientras que "un huracán, la madre naturaleza, el medio ambiente, no es algo a quien la gente quiere culpar".
Según la última encuesta del centro Pew, dos tercios de la población estadounidense y de los congresistas republicanos y demócratas culpan a Bush, quien es la cara de un Gobierno federal, de la respuesta demasiado lenta a la catástrofe del Katrina.
Otra responsable sobre el que se centran las acusaciones es Michael Brown, director de la ayuda federal para desastres, y cuya dimisión han pedido algunos congresistas. Por su parte, el Gobierno federal ha culpado a los funcionarios locales y de los Estados afectados.
En contraste, la aprobación a la gestión de Bush tras el 11-S se disparó al 90 por ciento tras los atentados del 11-S, cuando se produjo un "aumento repentino del sentimiento patriótico que tenía que ver" con la sensación de "estar en el mismo barco", en palabras del psicólogo Stanley Renshon, que da clases en la Universidad de Nueva York.
Otra diferencia entre ambas catástrofes es que mientras el huracán Katrina sólo dañó directamente a una región determinada, el 11-S fue un ataque al conjunto de la nación.
El 11-S, considera Renshon, "no es la historia de un tipo en lo más alto y de cómo responde a un ataque sin precedentes contra la comunidad estadounidense", sino la historia sobre los medios de un "Gobierno que se suponen efectivos y terminan teniendo un montón de dificultades a la hora de hacer lo que se supone que tienen que hacer".
Con el huracán Katrina, en cambio, es difícil saber qué miembro de un gran espectro de actores es responsable de la crisis que se ha generado tras el paso del ciclón, apunta Renshon. "Cuando hay tantos cocineros con el estofado es complicado saber quién echó el vinagre".
Hace cuatro años los atentados del 11-S sirvieron para reforzar a Bush y le ayudaron a obtener un segundo mandato, además de unir a los partidos políticos en torno a una promesa de proteger el país de cualquier ataque terrorista futuro. Republicanos y Demócratas trabajaron juntos para crear el Departamento de Seguridad Interior, encargado de lidiar con los atentados terroristas y los desastres naturales. Asimismo, aprobaron miles de millones de dólares y acordaron cambios en la legislación antiterrorista.
No obstante, este consenso se disipó eventualmente tras la invasión de Irak y por el cuestionamientos sobre si el Gobierno de Bush había podido hacer algo más para prevenir el 11-S.
Por el momento y tras el paso del Katrina, los líderes políticos de la nación sólo han aprobado un nuevo paquete presupuestario de más de 62.000 millones de dólares (unos 50.000 millones de euros) para ayudar a las comunidades de la costa del Golfo de México afectadas.
Republicanos y Demócratas se muestran divididos en torno a otras cuestiones. Los líderes del Partido Demócrata en la Cámara de Representantes y el Senado ya han dicho que no designarán ningún representante para el comité propuesto por los republicanos para investigar la respuesta al Katrina de la Administración Bush.
Muchos demócratas prefieren que esa investigación la realice un comité independiente.


Periodista Digital / Europa Press