¿CUÁNTO DURA INSITE? ALGUNAS IDEAS SOBRE UN PARQUE BLANCO

Texto y fotos: Marcela Quiroz



El único proyecto artístico de intervención urbana con aspiraciones de presencia física permanente en la zona Tijuana San Diego dentro del programa de inSite_05 es –o era– el parque de playas de Tijuana diseñado por Thomas Glassford (artista) y José Parral (arquitecto de paisaje) La esquina/ Jardines de Playas de Tijuana fue inaugurado el 27 de septiembre del presente, hoy están muertas más de la mitad de las plantas "regionales" –supuestamente elegidas ex profeso, tras cuidadoso estudio, por y para las características geográficas del lugar– entre montecitos tejidos de tierra deshidratada. Escenario devastado después del primer 'fin de semana de eventos' dentro de la llamada 'fase pública' de inSite_05.
inSite_05, proyecto encabezado por Michael Krichman y Carmen Cuenca (directores ejecutivos –EU y México respectivamente). Empresa cultural con 15 años de historia en la zona fronteriza y sus ecos fuera de ella. Esta edición, encabezada por Osvaldo Sánchez (director artístico y curador del programa de Intervenciones), es la más ambiciosa de todas por la cantidad y variedad de su componentes (Conversaciones, Escenarios, Intervenciones y Exposición en museos) estará ‘abierta’ al público entre el; 26 de agosto y el 13 de noviembre 2005, incluidos, entremedio, cuatro de los llamados ‘fines de semana de eventos’ –cuando se invita a un selecto grupo de curadores, investigadores, catedráticos y críticos de arte de diversas partes del mundo para seguir, en apretada agenda, uno a uno de los proyectos destinados a inaugurarse periódicamente a lo largo de los 3 meses. Este mismo calendario -naturalmente excluyendo las fiestas, eventos especiales y cócteles para los visitantes extranjeros de inSite– es el que se ofrece a todo público en la página web y en folletos gratuitos instalados en los infoSites (centros de información sobre inSite_05 ubicados uno en Tijuana y otro en San Diego)
Entre las muchas declaraciones que sobre el perfil curatorial y conceptual que generó este particular inSite han aparecido en la prensa en boca de sus directivos, destaca quizá aquella declaración de Osvaldo Sánchez que explica a inSite_05 como un ‘iceberg’ del que la gente (entiéndase el público general) sólo verá la puntita, la cima del iceberg, el resultado visible, ‘compartible’, tangible y por ende, ‘disfrutable’ para la mayoría de los habitantes regulares de la zona; pues lo demás, el iceberg completo, sólo lo saben algunos, un pequeño grupo de artistas, patronos, curadores de planta y personalidades del medio artístico invitadas como ‘interlocutores curatoriales’; así como algunos núcleos entre distintos grupos sociales tipo que resultaron elegidos por los artistas para ser su plataforma de activación de su muy particular creación de ‘dominio público’. Entendiendo por ‘dominio público según se lee en el perfil curatorial de inSite_05/Intervenciones: El dominio público es el ejercicio de desenajenar, de revivificar, los códigos de convivencia entre individuos con patrones de comportamiento, procedencia, estatuto, ideología, moral, mayoritariamente disímiles… Es la certidumbre de una movilidad social ejercida en el espacio ético de la diferencia.
Así que, otra vez en palabras el director artístico, inSite_05 se presente más como un conjunto de proyectos que sobrevivan y se intercalen con un determinado contexto en tanto ‘fábulas’, según lo que la gente diga de ellas sobre lo que vean, oigan o aprendan. Y para estas ‘fábulas’ hay distintos caminos en los que los proyectos de intervención en las dos ciudades terminan su largo proceso de materialización –no necesariamente visible- convertidos, por ejemplo, en videos (Aernout Mik, Itzel Martínez, Antoni Muntadas), en procesos-video (Javier Téllez, Mans Wrange); en sólo objetos (Judi Werthein); en objetos-proceso (Bulbo, Mark Bradford, Rubens Mano, Simparch, Paul Ramírez Jonas, Maurycy Gomulicki); o bien, proyectos abortados en distintas partes del proceso (Kutlug Ataman, Torolab, Josep María Martín)
Ahora, fuera de todas estas esquemáticas categorías, estaba La Esquina/ Jardines de Playas de Tijuana, el único proyecto del programa de Intervenciones preconcebido y encargado en específico: se había de hacer un jardín en la esquina de Playas de Tijuana, la esquina del país. Se escogió para ello a un artista americano-mexicano de reconocida trayectoria en México por el casi siempre impecable esteticismo de sus piezas, Thomas Glassford; y a un arquitecto de paisaje americano-mexicano de incipiente trayectoria en San Diego –asegurando el carácter binacional de la mancuerna.
Pero ¿qué era antes esa esquina?. La orilla noroeste del país; la única reja fronteriza que se mete al mar; refugio nocturno de migrantes en intento de cruce a nado en noches brumosas; los últimos o los primeros baños públicos de México; temporal encuentro entre inmigrantes a través de los agujeros de la reja que cerca el irónicamente llamado "Parque de la amistad" del lado norteamericano; mirador improvisado y poco mantenido por sobre la reja hacia un horizonte que, después de unos metros sobre las olas, se sugiere compartido al caer el sol.
La esquina de Playas de Tijuana es, icónicamente, la imagen más contundente de una realidad enfrentada entre naciones, donde, en el aire sobre una reja mal hecha, se respiran –desde lo radical de su diferencia– expectativas, oportunidades, formas de vida y sobrevivencia. Ahí había hasta hace unos meses, unos baños públicos pintados de verde en construcción cuadrada anunciando su función en letras grandes y azules; un puesto de cocos y otras botanas de construcción informal, con maderas pintadas también en verde; y algunas palmeras secas que en afanosa premura colocó entre una primera plancha de cemento el saliente gobierno municipal panista a fines del 2004.
Entrando el gobierno priísta, pocos meses después, las nuevas autoridades municipales demolieron las banquitas, el concreto y arrancaron lo que quedaba de las palmeras como anticipo de lo que había de venir, una vez pactado el acuerdo entre inSite y las autoridades, acuerdos e intereses necesarios. Ahora la esquina del país la transformaría inSite_05. A principios de agosto se inició la construcción de la más reciente intervención en el simbólico sitio, ahora, al menos, avalado por una justificación artística. En menos de un mes demolieron los baños públicos, cuadrados y verdes para construir, en su lugar, unos elípticos y blancos que ofrecen su techo como mirador; tendieron una nueva plancha de concreto, un poco mejor planchada que la anterior, con una extensión mayor y mejor trazada; organizaron algunos caminos como andadores hacia la playa desde el faro; bajaron en concreto algunas caídas de agua para la época de lluvias como defensa contra el deslave; rellenaron de tierra otras zonas diseñadas como extendidas jardineras como simulando, a escala, con piedras y vegetación la topografía irregular que define el territorio tijuanense; trazaron un interesante diseño de curvas pintado en gris y blanco desde la intersección de las dos calles que conforman la esquina, subiendo entre las áreas jardinadas; y el puestito botanero, lo hicieron también elíptico –aun informal en construcción y materiales– pero ahora también, todo blanco.
El día de la inauguración de La esquina se llevó a cabo a un ladito, ya sobre la playa, el evento de Javier Téllez con los pacientes del hospital psiquiátrico de Mexicali, la Banda municipal de Tijuana y David "The Bullet", el hombre bala norteamericano, que acaparó toda la atención. Así que en los periódicos locales, extranjeros y nacionales solamente se habló de aquel día por el hombre bala que cruzó por los aires la frontera. Del parque no se dijo mucho. Después tampoco. Ese día, los regulares de la zona que anduvieron por ahí, notaron el cambio, más plantas, algunas curvas pintadas en las banquetas, mucha gente bien vestida… ¿y los baños…?
Ese día muy pocos usaron los nuevos baños. Primero porque durante el evento, decenas de policías impidieron durante varias horas el libre tránsito por una zona, que hasta entonces había sido siempre totalmente pública. De manera que los uniformados sólo dejaron subir a la colinita del nuevo parque y al blanco mirador, a los que se acreditaban como invitados especiales de inSite_05 y claro, a quienes vinieran en la comitiva del presidente municipal cuando se apareció para inaugurar los ‘jardines’. Todos los demás tenían que quedarse abajo, en la arena. Así que el evento y el espacio de intentada recuperación estética, resultara, el día de su inauguración "no tan público" como se justificó el proyecto.
Pocas semanas después de inaugurados los ‘jardines’ y sus baños hay que preguntar qué va a pasar con las veintenas de plantas que pocos días antes de inaugurar se trajeron al sitio, se plantaron a marchas forzadas entre tierra recién regada (para que no levantara polvo el día del evento); ahora están secas ¿quién resuelve eso?. ¿El artista y el arquitecto de paisaje que lo diseñaron? ¿inSite? ¿El municipio? ¿La delegación de Playas de Tijuana? ¿Los vecinos?… ¿Quién será responsable de dar continuidad al compromiso que obligatoriamente conlleva intervenir un espacio público?
Pues resulta que menos de quince días después de inaugurada La esquina se uno se paraba ya frente a lo que quedaba de ese "prototipo de intervención culta e informada" (como a su respecto lee el folleto del proyecto publicado y distribuido gratuitamente por inSite_05 dentro de sus centros de consulta) al final de la última playa del país, jardín donado a la ciudad por inSite e inaugurado por Jorge Hank, e inevitablemente se suceden las preguntas.
Sin duda la primera sería ¿cuánto dura inSite_05? ¿un fin de semana? ¿Entonces, para quién son los ‘jardines’; o eran sólo para los invitados inaugurales? ¿O, si es el jardín es realmente para la comunidad, es suficiente conque la vegetación dure 13 días? ¿Hacia dónde se extiende y cuánto dura el compromiso?Cualquiera de las respuestas parece durar poco tiempo para un proyecto de sus pretensiones, infraestructura y presupuesto; nacido del discurso de moda en el arte de intervención urbana contemporáneo como generador de prácticas que rebasen su estatuto artístico al accionarse como …procesos que generan un saber, un factor de certeza — potencializando nuevos esquemas de asociación y dinámicas de pertenencia; y en el caso específico de los Jardines de Playas con intención de permanencia como intervención urbana, dentro de un proyecto cultural que ha implicado casi 3 años de organización, con, al menos, 25 mil dólares por proyecto invertidos (en el caso del parque los directivos de inSite declararon el costo total en 40 mil dólares más donaciones)
Pues ahora que ve uno las plantas muertas que salpican las nuevas extensiones de tierra seca distribuidas en el diseño del parque, habría que pensarse si no hubiera sido mejor dejar que la gente, el ‘público general’ hubiera hecho uso del parque (no sólo desde la inauguración sino incluso antes) verdaderamente involucrando a los usuarios reales de este espacio en el proceso de ‘estetización y dignificación’; en vez de elitizar su concepción, presentación y ‘entrega a la comunidad’. Hubiera sido bastante más ético y coherente haber buscado y conseguido hacer del público un ‘sujeto co-creador’, como discursa la voz curatorial que sustenta inSite_05.
Porque lo que se hizo fue acaso una intervención estética, no funcional, no accionada o al menos interesada en las dinámicas de uso o apropiación de los usuarios sobre el espacio. Lo que se hizo fue gastar mucho dinero en tirar unos baños verdes cuadrados para levantarlos ahora en blanco; rayar las banquetas y mal sembrar algunas plantas de corta estancia. Eso no es hacer un jardín en ningún sentido histórico por definición; tampoco se justifica como ‘intervención culta e informada’ pues peca de sus propias pretensiones y sucumbe ante ellas.
Es acaso un intento por dictaminar una determinada estética sobre lo que por esencia es móvil y ajeno a ella. La esquina es un espacio que escapa, se nos escapa a todos; acaso porque quien se para ahí siempre está de paso, como las plantas, como la bruma, como los migrantes. Quizá incluso hubiera sido mejor dejar que la gente se llevara algunas de las plantas a sus casas, de haberse previsto que no habría quien las regara; previendo que tan sólo el clima –esa inclemente brisa marina que baña día y noche el malecón– iba a matar pronto a esas matitas (pues a pesar de ser vegetación local, muy pocas plantas son las que en realidad soportan la brisa marina, y eso es fácil saberlo estando en la zona unos días) Además del hecho de que muchas de las plantas seleccionadas no deben ser trasplantadas en esta época por las condiciones climáticas adversas, que, como se ve, ponen seriamente en riesgo el éxito de su aclimatación en un nuevo territorio. Tal es que hoy, de pie en el sitio, se valora reducida la dimensión y alcances ecológicos del proyecto.
Esto ha sido el arranque in situ de la vida del parque La esquina/ Jardines de Playas de Tijuana, ya en contexto. Lo interesante ahora será ir observando cómo se reapropian los usuarios regulares del sitio de lo que vaya quedando del proyecto, esperando consigan infundirle de nueva cuenta algo del carácter, personalidad y sentido de pertenencia al espacio. Pero ¿cómo se espera que los usuarios nuevos y viejos de un espacio cotidiano se sientan parte de algo a cuya inauguración no se les permitió ni siquiera pasar?; y siendo este el caso ¿por qué se pensaría que esas personas tendrán interés por adoptarlo, mantenerlo o hacerlo suyo?; ¿qué podría activar ahora esta dimensión social que forzosamente ha de sustentar cualquier proyecto que se intente sobre el espacio público –qué de lo que el proyecto ha hecho hasta ahora la incita?
Y hablando sobre la dimensión social de un espacio tan cargado de connotaciones y lecturas –entendiendo al menos un poco el contexto y la dinámica visible así como las prácticas más escondidas que hacen de esta esquina un lugar de dramáticos intercambios– ¿por qué se cree que la esquina del país podría funcionar en blanco?. Quizá porque histórica y culturalmente se cree que el color blanco es limpio, claro, saludable, moral, racional. Blanco… quizá fue un intento por ‘contagiarle’ algún valor ‘positivo’ a una zona donde los que se detienen lo hacen sólo para constatar precisamente eso, su detención, su incapacidad de traspaso; quizá se pintó de blanco para neutralizar su carga política; quizá se quería satanizar un poco. Razones todas equívocas. Blanco. El blanco no se usa, se admira. Blanco. El sin color de la impotencia, de lo autoritario, del límite. Blanco. O acaso se pintó así tan sólo para combinar con el faro y la plaza de toros, salvándose de dar otras razones que las que dicta "el buen gusto".
Tal parece que, en este caso las decisiones conceptuales, ecológicas, arquitectónicas y estéticas tomadas sobre el sitio y sus usuarios no conjuntan la mejor forma de hacer comunidad, ni de plantar un parque. Pues, retomando algunas ideas de Osvaldo Sánchez, las fábulas se cuentan completas, no se intenta ver de ellas sólo la puntita. Porque no basta pintar de blanco y suavizar la elipsis de una esquina que es de suyo angular, bien plantado en sus vértices, sufriendo los cortes de su propia geografía. Porque plantar algunas hierbas no revivifica códigos de convivencia, ni patrones de comportamiento, ni potencializa nuevos esquemas de asociación, ni dinámicas de pertenencia; ni mucho menos garantiza la posibilidad de reactivar desde un sitio inesperado (pero siempre posible para artistas y curadores) una movilidad social ejercida desde el espacio ético de la diferencia. Porque de origen, elitizar un evento de ‘entrega’ de un espacio a la comunidad, no tiene nada de ético ni de diferente, acaso es un insultante intento auto-avalado por instaurar sobre lo público la ética de la similitud.
Una verdadera lástima resulta siendo esta nueva imposición estética de la esquina de México cuando pensamos en el valor simbólico de este pequeño y último territorio donde todo el que viene a Tijuana se ha de parar al menos, por un par de minutos para pensar que, irremediablemente, ahí siempre se está ‘de este lado’. Que si se hace cierta esta declaración de David Batchelor en su libro Cromofobia, veamos qué reacciones conlleva un ‘jardín’ fronterizo de plantas secas entre elipsis blancas: "…el blanco como mito, como fantasía estética; una fantasía tan poderosa que evoca alucinaciones negativas; una fantasía tan intensa que produce ceguera hacia el color, aun cuando el color esté literalmente ante tus ojos."

Marcela Quiroz Luna (Ciudad de México, 1974) Historiadora del arte con maestría en estudios de arte por la Universidad Iberoamericana, Santa Fe. Escribe periódicamente en distintas publicaciones de crítica de arte, entre ellas: velocidadcrítica en la que colabora como columnista y forma parte del consejo editorial. Ha participado en diversos foros de teoría de arte contemporáneo. Fue curadora asociada de inSite_05 (2004-2005). Dentro de sus proyectos más recientes se encuentra la curaduría de la exposición de arte contemporáneo Vértigos y delirios para el Centro Cultural de España en México dentro del homenaje al IV centenario del Quijote. Vive y trabaja en Tijuana.