Las amenazas y los riesgos a los que se podría enfrentar la candidatura presidencial de Andrés Manuel López Obrador no vienen de las fantasías que han publicitado sus operadores financieros y políticos quienes, detrás de la palabra "muerte" aparecida en un correo electrónico supuestamente adulterado, quieren ver una velada o descubierta amenaza de muerte al más aventajado de los presidenciables. Sólo falta que los delirantes subalternos de López Obrador o de los otros presidenciables quieran ver malévolos mensajes donde no los hay.

Todo aspirante al poder más alto, en cualquier parte del mundo corre el riesgo latente de que se atente contra su vida. Nadie puede descartar que mentes perversas y manos criminales se puedan cruzar en el camino de los aspirantes al poder. La historia de asesinatos no es ajena a la historia de lucha por el poder, nadie, en su sano juicio apostaría al regreso de esos tiempos. Pero jugar con el cuento de que la palabra "muerte" en un correo electrónico dirigido a algún candidato presidencial resulta la búsqueda al enrarecimiento político muy deteriorado de la contienda presidencial en marcha.

Sembrar en el ánimo de los electores la idea de que un candidato presidencial, el que sea, es un amenazado de muerte es regresar al voto del miedo, que ya vivimos en la campaña presidencial de Ernesto Zedillo, y querer llevarnos al México bronco.

Las principales amenazas y riesgos a los que se enfrenta López Obrador no viajan por Internet, ni provienen de manos anónimas, son circunstancias políticas reales, públicas, que están presentes en la candidatura de la llamada "izquierda institucional" y que hacen único el caso de López Obrador.

El ex jefe de Gobierno y candidato presidencial único del PRD se encuentra en una situación muy parecida a la del "solitario de palacio", el hombre solitario y su circunstancia. En esta etapa el PRD, López Obrador no es sólo el candidato único, sino la única esperanza de alcanzar el poder, el único que parece tener el poder y las decisiones en el partido, el único capaz de convocar más allá del histórico 17% de los votos en las urnas, el único capaz de convencer y convocar desde esa izquierda a los 15 millones de votos para hacer posible la alternancia. Resulta que con López Obrador como candidato aventajado, y única figura en la izquierda institucional capaz de convertirse en poder, ese sector puede finalmente acceder al poder.

Con el señor López al frente en las encuestas, la penosa y larga historia de esa izquierda habría alcanzado su momento de gloria. Con Andrés Manuel en Los Pinos se podría hacer realidad la larga marcha de esa izquierda mexicana en busca del poder. Sí, con López Obrador se puede alcanzar todo, incluso la gloria, pero sin López Obrador no habría nada. Ese es el real riesgo, con López Obrador el PRD puede alcanzar todo, sin él, no puede alcanzar nada.

López Obrador es más que el líder del partido, más que el candidato único del partido, más que la ideología del partido, más que la historia del partido, más que las luchas por alcanzar el poder. Andrés Manuel parece ser o lo han dejado ser todo, el partido mismo. Se ha convertido en el "Padre, el Hijo y el Espíritu Santo", en la "Trinidad" de la izquierda institucional. Por eso lo ven y tratan como "el salvador", por eso él actúa como un mesiánico.

La gente, como llama López a los ciudadanos y votantes potenciales, quiere a López Obrador, no al PRD, quiere el discurso del ex jefe de Gobierno y no el proyecto de gobierno del PRD, quiere la imagen del hombre bueno, sencillo, humilde, trabajador, pero no quieren la ideología de esa izquierda peleonera, corrupta, intransigente. No pocos lideres del PRD y de la izquierda quieren, veneran y cultivan al hombre que estuvo en el segundo peldaño del poder, al que promete el poder más alto, al que se puede convertir en la fuente de todas las mieles, pero no quieren a su partido, a su ideología, a su historia y menos su congruencia. Ese es el drama de esa izquierda institucional.

Su candidatura única, su popularidad única, su mando único, y su posibilidad única de alcanzar la Presidencia de México son formidables ventajas en la contienda electoral de 2006, pero al mismo tiempo son muestra de su vulnerabilidad. De eso debían estar preocupados sus subordinados, de eso se debieran ocupar, y no en imaginar visiones electrónicas que para fortuna de todos, los retratan de cuerpo entero.

Por cierto, en Los Pinos, en la Secretaria de la Defensa, en la Procuraduría General de la República, y en la Secretaria de Seguridad Publica ya se trabaja en lo que será la estrategia para la seguridad de todos los presidenciables a partir de enero próximo cuando recorran el país en busca del voto.
Esto no es un ejercicio burocrático, es una alta responsabilidad, si bien el Instituto Federal Electoral (IFE) es el encargado de llevar la elección federal de julio próximo, a otras instancias, al Estado Mexicano les corresponde garantizar la seguridad de todos los candidatos.