Verificado el resultado de las elecciones federales del domingo 2 de julio con el cómputo que realizaron los consejos distritales del Instituto Federal Electoral - IFE - debemos de cuidar que las diferencias entre los partidos no degeneren en divisiones entre los mexicanos.
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La intensidad de la pasión política debe ser acotada por la ley y por la responsabilidad suprema de mantener la paz pública.
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Ninguna contingencia electoral "que a fin de cuentas habrá de resolverse por las vías legales establecidas" vale para quebrantar la tranquilidad social.
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Cada partido y cada candidato tienen el derecho de defender sus votos dentro del campo de la legalidad y sin alterar la normalidad de la vida nacional, cada ciudadano espera, con razón, que su voto valide la elección.
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Queremos un gobierno emanado limpiamente de la voluntad popular, apoyada en instrumentos legales e instituciones surgidas del consenso y constituidas por representantes de todos y cada uno de los partidos políticos legalmente registrados.
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Hasta ahora no conocemos motivos para cuestionar la rectitud de quienes están encargados de la operación de los órganos electorales, por el contrario, es motivo de certidumbre y confianza que casi un millón de ciudadanos mexicanos, como cualquiera de nosotros, hayan sido funcionarios en las casillas de votación.
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Es imposible suponer una masiva operación de manipulación y fraude, pero no son descartables fallas y errores humanos, de ningún modo generalizados como para desnaturalizar una elección nacional.
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Si de algo sirve el cómputo de votos es para disipar las dudas en los resultados, a ello debemos atenernos. De haber quejas o impugnaciones con fundamento, contamos con un tribunal especializado para atenderlas, investigarlas y resolver sobre las mismas en justicia y con presteza.
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Los cómputos no deben ser motivo para que la sociedad pierda el sosiego y se angustie por rivalidades electorales susceptibles de ser superadas de forma democrática, ese parece ser el desafío en la hora presente, nuestro verdadero reto está en ser maduros políticamente.
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Es inevitable advertir que llegamos a esta situación de reclamaciones después de una prolongada y ácida campaña electoral que nos desgasta políticamente, nos distrae de las actividades propias, nos perturba socialmente y además nos salen demasiado caras.
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Requerimos con urgencia de una reestructuración de nuestro sistema de gobierno, mejor adecuada a la redistribución del poder que se ha dado en el último decenio y de una revisión de nuestras reglas e instrumentos electorales que con todas sus reconocidas bondades son seguramente perfectibles. Si no comenzamos por identificar nuestras deficiencias, estamos condenados a vivir con ellas.
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Una vez conocido el resultado último del conteo hay que aceptarlo de buena fe y quien así lo considere que sé inconforme con razón y dentro de la ley.
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No convendría pretender que las instituciones que hemos creado para cuidar nuestros votos violen la ley. Ese sería el principio del fracaso de nuestra democracia y eso nadie en México lo quiere.
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