La Presidencia de la República declaró este lunes que la seguridad nacional no estaba "descontrolada", y que el que hubiera violencia en algunas ciudades de ninguna manera significaba que el problema se extendía por todo el territorio.
Bien podría haber dicho Ruben Aguilar que ese mismo día ejecutaran a dos mujeres en Matamoros, a una en Chihuahua, en Reynosa y en Morelia, o que ejecutaran a cinco hombres en Sinaloa y que en Michoacán detuvieran a un juez con droga. El vocero presidencial intentó minimizar el fenómeno de violencia que vive el país hablando con la verdad, pero como lo suyo es desinformar y engañar a los mexicanos.
Es cierto que la violencia no esta por todos lados, verdad tan contundente como el que aun en los países en guerra, las acciones militares nunca abarcan todo un país. Pero es cierto que la violencia no se puede medir por número de puntos que afecta, sino por la calidad de esos puntos. El vocero presidencial está como siempre equivocado. La violencia reciente impacta duramente al Distrito Federal, el corazón político y económico del país; Acapulco y Cancún, dos de principales destinos turísticos de la nación; y a Nuevo Laredo, que es la frontera comercial más importante del mundo, por donde entra 50% del comercio con Estados Unidos.
La violencia en los destinos turísticos impacta su economía. El gobernador de Guerrero, Zeferino Torreblanca, viene repitiendo su preocupación porque Acapulco se militarice, ahuyentando al turismo que genera dos terceras partes del ingreso estatal. Las fotografías de los policías municipales patrullando las calles del puerto se suman a las informaciones internacionales que empiezan a dar señales de alerta al mundo sobre el destino turístico más famoso de México. Nuevo Laredo es él ultimo bastión de la violencia mexicana, con enorme difusión en los medios internacionales.
Como muestra, dos diarios estadounidenses muy influyentes, The Washington Post y The New York Times, han publicado este año mas de una docena de notas, respectivamente, mientras que los principales periódicos Texanos, The Dallas Morning News y The Houston Chronicle, han publicado número similar en dos meses. En otras partes del mundo, la violencia en esa ciudad mexicana también ha sido destacada profusamente.
En ciudades que por ahora no están en la marquesina popular, el impacto económico ya se siente, como en Ciudad Juárez, donde el fenómeno de las mujeres asesinadas ha provocado estancamiento y los empresarios piden que ya no se hable más del tema porque les está afectando severamente. En Monterrey, las autoridades estadounidenses advirtieron desde diciembre anterior que se venía una ola de ejecuciones por la lucha de cárteles, hoy ya se dan.
Los gobernadores de Arizona y Nuevo México, Janet Napolitano y Bill Richardson, pusieron en alerta los condados fronterizos por la violencia desatada del lado mexicano. El de Texas, Rick Perry, dispuso de recursos humanos y económicos en la frontera con Tamaulipas frente a la violencia, y el Departamento de Seguridad Territorial de Estados Unidos prepara un plan con ayudas de 100 millones de dólares para equipamiento de los cuerpos de seguridad a lo largo de la frontera con México.
Las ejecuciones en nuestro país están dándose de manera recurrente y extendiendo su brutal violencia. A la Presidencia le puede parecer nimio lo que sucede, pero hacia el exterior, ese tipo de asesinatos en las calles de las grandes ciudades, con armas de alto calibre y frente a una autoridad que parece rebasada, proyecta una imagen de gran inseguridad. La primera habla de una gran violencia en ciudades importantes; la segunda es, que esa violencia localizada en ciudades importantes, no baja por la acción del gobierno, sino va ha la alza.
La ecuación es simple, para quien no entiende de complejidades ni matices, nos dice que México no es un país seguro. Lo más curioso es que quien parece comprender menos esta ecuación simple es el gobierno federal. Y el problema es, que le van entregando gradualmente el territorio nacional a la delincuencia organizada.