Pedro Infante se ajustó los trajes que le diseñaron los compositores, los guionistas y los directores de cine, logrando todos los prototipos. El motociclista de transito leal y cumplido, el carpintero honesto, el charro altivo y enamorado, el aguerrido boxeador o el cura comprensivo del pueblo, por eso a medio siglo de su muerte hablemos de el.

En la imagen pública hay una característica que no siempre se alcanza, pero es deseada, buscada, aspirada, y ella se llama “carisma”. Y no se da en maceta, ni lo venden las farmacias, es como la inmensa fortuna de Carlos Slim, todos hablamos de ella, pero sólo él la tiene.

A 50 años de su muerte, Pedro Infante sigue siendo el icono “carismático” de chicos y grandes. En sus múltiples trabajos representó tantos papeles que era imposible no tocar alguna fibra o deseo contenido. Ya fuera “Pepe El Toro en Nosotros los pobres”; “Juan Menchaca en Los gavilanes”; “Pedro Malo en Dos tipos de cuidado”; “Pedro Chávez Pérez en A toda máquina” o “Luis Antonio García en Los tres García”.

Pedro Infante fue el amigo incondicional, el hijo o el nieto que todo padre o abuelo quisiera tener, el héroe anónimo que ponía a las autoridades corruptas en su lugar, o el galán enamorado por el que toda mujer se derretiría. Pedro Infante no fue un macho duro y sin consideración que da instrucciones y espera que la mujer las cumpla. No, Pedro Infante fue el seductor que conquistaba a las mujeres con canciones, que era considerado, simpático y pícaro, capaz de colgar las pistolas por el amor de una mujer, porque siempre en sus actuaciones había un hombre de palabra y todo corazón.

Pedro Infante logró conquistar lo mismo a hombres que a mujeres, niños, adolescentes y ancianos. Ha logrado sobrevivir para seguir siendo “un gran negocio” que inspira las más extrañas reacciones. Seguramente el ídolo de Guamúchil, Sinaloa se está revolcando en la tumba cada vez que oye que siguen editando discos de “Homenaje a Pedro Infante”, para conmemorar en todos sus aniversarios luctuosos, las pataletas que hará viendo que la televisión satura su imagen todo el año y mas este, los retortijones le comenzaran cuando escucha a los Kumbia All Starz cantar “Parece que va a llover, el cielo se está nublando”; Pero el colapso le llegara escuchando a Moderatto con su “Yo te lo juro que yo no fui, que tienes cara de pirulí”.

¿Qué les hizo Pedro Infante?, ¿Por qué se ensañan de esa manera con él?, ¿No les bastó con remodelar su tumba de forma tan cursi en estos días?

Y todo esto pasa por su enorme “carisma”, palabra misteriosa y única que habla de la habilidad que tienen muy pocas personas para influir en otras, gracias a su personalidad o apariencia magnética. Una persona “carismática” atrae, llama la atención, es agradable a los ojos de los demás porque siempre tendrá la frase correcta en el momento preciso, y puede motivar porque es un imán, todos quieren ser como esa persona, tocarla, pertenecer a su mundo.

Hoy, al “carisma” le dicen “inteligencia emocional” y hasta se han escrito libros sobre el tema. No se requiere ser sabio, ni culto, ni preparado para ser “carismático”, pero cuando estas características se reúnen en un ser humano, puede arder Troya. El “carisma” no se crea ni se destruye, sólo se desarrolla y transforma.

Cuando Pedro Infante inicio su carrera no era lo que conocemos hoy, con fama, con amores, muchas canciones, películas exitosas y pintorescas frases. Todos recordamos su “¡Toritoooooo!” y a “su Chorreada”. Su “su sastre personal” fue Ismael Rodríguez, quien moldeó el talento que traía. Hoy, a la persona que logra la magia se le conoce como “asesor de imagen” y viene en distintas presentaciones y para todos los presupuestos.

Según el especialista Richard Wisewan, una persona “carismática” habla con las manos alejadas de la cara, son relajados, se ríe mucho y con sonrisa genuina, hace sentir a las personas que le importan, las tocan, las ven a los ojos, su discurso es elocuente, intuitivo y novedoso, claro, fluido, energético y articulado, pero si no lo es, no importa, una persona “carismática” es capaz de envolver con una mirada. Recordemos que “Rollo mata carita y carisma mata rollo”.

Pregúntome yo. ¿Quién no daría su reino por tener el carisma de Pedro Infante…?




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