Las miles de personas que hicieron cola para visitar la capilla ardiente de Francisco Franco, instalada en el Palacio Real de Madrid el día de su velatorio, no pasaron del millar el sábado 19 en que se conmemoró el 30 aniversario de la muerte del dictador que gobernó el destino de los españoles, desde 1936 en que se alzó en armas contra el gobierno republicano.

La Plaza de Oriente, escenario de concentraciones masivas de seguidores del general que instauró un régimen nacionalcatólico, que empezó a derrumbarse con su muerte, volvió a concentrar a nostálgicos del régimen pasado, pero su número fue la mitad de los manifestantes antifascistas que recorrieron el centro de la capital de España.

Tampoco el Valle de los Caídos, el mayor monumento funerario de Europa, erigido por presos de guerra a la mayor gloria del dictador, se convirtió este fin de semana en centro de peregrinación masiva de franquistas. Hasta la inmensa cruz enclavada en un cerro rocoso al norte de Madrid acudió su única hija, Carmen Franco, y seis mil personas, entre ellos muchos veteranos de guerra, dos mil menos que el año pasado.

Pese a todo, han tenido que pasar tres décadas de gobiernos democráticos para que alguien se decidiera a ordenar la retirada de una estatua ecuestre de Franco, que hasta marzo pasado presidió una plaza en pleno corazón de Madrid. Y aún así el gobierno socialista de José Luis Rodríguez Zapatero tuvo que esperar que anocheciera para evitar la foto de nostálgicos del franquismo forcejeando para evitar que desapareciera otro símbolo de su caudillo. La "caída" de la estatua irritó a muchos nostálgicos del pasado régimen, pero callaron ante la reacción de la abrumadora mayoría de los españoles.

Para el 55.5 por ciento de los españoles, Franco les produce indiferencia, al 29,8 por ciento rechazo y sólo el 7.6 por ciento nostalgia, según un sondeo del español, Instituto Opina. 80 por ciento descarta que exista algún riesgo de regreso de la dictadura.

El último que intentó abortar el proceso democrático en España fue el teniente coronel de la guardia civil, Antonio Tejero, quien protagonizó el 28 de febrero de 1982 un intento de golpe de Estado, que finalmente fracasó. Ayer, después de pasar 14 años en la cárcel, acudió con los suyos al Valle de los Caídos.

¿Qué queda del franquismo? Queda la memoria de los que se beneficiaron de su régimen, al igual que su Caudillo, son una especie en extinción que se acabará por vía biológica. De hecho un tercio de los españoles nacieron después de su muerte.

Frente a estos nostálgicos del franquismo están surgiendo grupos "neofranquistas", compuestos esencialmente por jóvenes españoles que se apropian de la estética de la pasada dictadura, pero que en el fondo son organizaciones racistas, más cercanas a movimientos neonazis en el resto de Europa.

¿Dónde andaba el sábado esta nueva generación de neofranquistas? Desde luego, no en el Valle de los Caídos, sino en el estadio Santiago Bernabéu o frente al televisor, viendo como el Real Madrid caía derrotado ante el Barcelona en el clásico de la liga española.