Marcelo Ebrard Jefe de Gobierno de la Ciudad de México se “aventó la puntada” de expropiar el conjunto habitacional de Tenochtitlán 40, enclavado en el “barrio bravo” de Tepito.

El 10 de enero de 1989 a pocas semanas de asumir el cargo como Presidente de México, Carlos Salinas de Gortari sorprendió a propios y extraños con la arbitraria e ilegal detención del entonces poderoso líder petrolero, Joaquín Hernández Galicia “La Quina”.

Se trató del primero de muchos golpes “mediático-políticos” con los que pretendió tener legitimidad política, vengar traiciones y enviar mensajes de fuerza para que la clase política y los feudos de poder entendieran que a partir de ese momento, él mandaría en su sexenio. Desde entonces el “quinazo” a sido sinónimo de “golpe de timón”, de acción de fuerza espectacular, las más de las veces autoritaria e ilegal con fines de rentabilidad política.

Al inicio del gobierno del Presidente Felipe Calderón, muchas voces dijeron que su administración recurriría a “golpes espectaculares” en busca de legitimidad política y social que no había lograda en el proceso electoral, y se aventuraron a decir que el despliegue “policíaco-militar” y la extradición de los “barones de la droga”, en la lucha contra el crimen organizado eran una reedición moderna del “quinazo”.

Pero no, resulta que la moderna versión apareció en “la tienda de enfrente”, que controla el PRD y regentea Marcelo Ebrard como Jefe de Gobierno, político habilidoso que desde la segunda posición de la entonces Regencia de su mentor Manuel Camacho Solis durante el “salinismo” vivió esos “golpes de timón”, y ahora es él quien hace unos días se aventó la puntada de expropiar el conjunto habitacional conocido como “El 40” o “La Fortaleza”, enclavado en el corazón de Tepito, el cual se había convertido en el centro de operaciones del crimen organizado en el Distrito Federal ante la complacencia de todos.

La decisión de Marcelo Ebrard se convirtió en un acierto político, porque se produjo precisamente cuando mostraron algunas limitaciones los operativos del Presidente Calderón, que fueron una mezcla de oportunidad, fuerza policial y audacia política, y que colocaron la decisión de Marcelo Ebrard -en el ánimo de la veleidosa opinión pública- por encima de la eficacia inicial de las acciones federales en la misma lucha contra el crimen.

En pocas palabras, el “quinazo” de Ebrard fue visto como una acción eficaz contra ese flagelo, frente a los operativos ordenados en las entidades donde el narcotráfico ha sentado sus reales. En ambos casos los operativos del Gobierno Federal como la expropiación de “El 40”, es el objetivo que buscan los estrategas, la recuperación de los territorios ocupados por las bandas criminales.

Según los especialistas, la operación del crimen organizado requiere una organización leal, eficiente y de protección policíaca en un territorio físico, sea un barrio, una colonia, un pueblo, o una ciudad. Y cuando se rompe, se interrumpe la actividad criminal y se expone a sus integrantes y de esa forma se les puede capturar. En esa lógica lo primero es recuperar los territorios perdidos.

En los operativos del Gobierno Federal, la presencia de la policía y los militares se pretende recuperar ciudades en donde reina la violencia y el crimen. Pero ese objetivo se alcanza -donde las policías locales no son parte de los delincuentes- sólo durante el tiempo en que permanecen Policías Federales y los elementos del Ejército. De ahí el éxito momentáneo de los operativos y su posterior fracaso.

Pero el fenómeno parece distinto en la expropiación de “El 40”. En este caso también se pretende rescatar un espacio físico, un conjunto habitacional que por muchos años se convirtió en guarida y centro de operaciones del crimen en la capital del país. Supuestamente la recuperación de ese territorio será permanente, pues según Ebrard “El 40” será rehabilitado con fines culturales y asistenciales, lo que supone que el territorio expropiado quedará en custodia ciudadana.

Pero sabemos que en Tepito y en otros barrios el control del comercio informal, de las actividades delictivas y de las calles está en manos de el PRD, el asunto no queda más que en un golpe espectacular de fuerza con fines políticos. Y si existe alguna duda de que la decisión de Ebrard es lo más cercano al “quinazo salinista”, sólo basta echar una mirada al carácter autoritario, presuntamente ilegal y de fuerza de las expropiaciones en cuestión.

Y en el caso de que sean legales me pregunto, ¿quién tendrán el control de ese territorio expropiado?, no hay mas, los ambulantes, los mismos que hoy se oponen a gritos y sombrerazos, los mismos que son parte del juego clientelar del PRD en el Distrito Federal desde hace muchos años.

Sí, esto es un éxito mediático, pero nada más, al tiempo…


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